lunes, 22 de diciembre de 2008

Primero, antes de acabar


Primera vez que escribo en un blog. 
Primera vez que creo uno. 
Me demoré, pues técnicamente no sabía como hacerlo. 
Y me parece un poco snob, un poco de moda, un poco algo que todo el mundo hace e invita a leer como si valiera la pena. 
Entonces es una rara contradicción. 
No creo que este espacio vaya a tener una temática particular, tampoco un público objetivo.
No sé si vaya a responder algún comentario (en el caso hipotético de que exista uno). 
No sé si vaya a escribir semanalmente, o mensualmente, o diariamente.
No sé si tratar este soporte como un diario, o como un lugar para escribir tonterías, cosas reales, cosas irreales, que normalmente podrían pasarme o que casi nunca pasan y quisiera que pasen.
O sólo como un espacio que reemplace al terapeuta al que ya no voy porque no puedo pagar.
No sé porqué estoy cambiando de línea cada vez que pongo un punto.

...
Me gustaría escribir, por ejemplo, sobre la decisión de dejar de tildar la palabra SÓLO. No sé si sería una crónica, un cuento, una queja, o simplemente una aburrida lección de gramática castellana. Pero el hecho es que me incomoda que SÓLO no lleve tilde.
Me gustaría escribir sobre lo raro y obsesivo que resulta la superstición en personas que no creen en nada, o que creen que no creen. Hace dos días me descubrí angustiándome por no tener -como siempre- una cinta de colores rojizos con pequeñas cuentitas blancas atada a mi muñeca derecha. Un regalo que recibí de un amigo y que se a convertido en mi amuleto -por así decirlo- pues al notar que me faltaba pensé automáticamente en la posibilidad de que la suerte (que todavía no tengo) se vaya. 
Pensé en que este año ya se acaba y aún cuando no pueda entender que tiene que ver un calendario occidental y cristiano con las creencias andinas, yo ya había hecho mi pago a la tierra, con este mismo y querido amigo, le había pedido suerte, dinero, amor y trabajo para el año que viene y además había quemado y enterrado el paquetito en el jardín de la casa de mamá. Pensé también, por alguna razón, que no tener esa pulsera conmigo, iba a desbaratar todo este hechizo. 
Y no son sólo deseos inconscientes de tener a quién (o a qué) culpar sin las cosas salen mal. Es, también, tener ganas de jugar a la magia.

...
Me gusta escribir, que es mejor que hablar sola, y como nunca nadie va a pagarme por hacerlo y yo tampoco podré volver a pagar a alguien para que me escuche, entonces creo nefelíbatas.

2 comentarios:

  1. Descubrí la palabra que da título a tu blog, al leer una crónica de Vargas Llosa llamada: Mi hijo el nefelibata, que me encantó, dicho sea de paso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola! Sabés dónde se puede encontrar ese viejo artículo de Vargas Llosa? Lo leí por ahí de principios de los 90's, creo que en el diario Ámbito Financiero de Argentina.

      Eliminar